Desde esta visión se observa que la causa de la transformación
de este proceso puede encontrarse si se consideran los paradigmas de políticas
de comunicación y medios que detallaron Van Cuilenburg y McQuail, marcando un
cambio de paradigma desde el inicial que se enfocaba en el interés estatal y beneficios
financieros corporativos, al nuevo paradigma en el que los gobiernos tienden a
privatizar los medios. De manera similar, “la globalización de la comunicación
y la permeabilidad de las fronteras nacionales por los medios multinacionales
son también nuevas en la escala de su impacto.” (Van Cuilenburg y McQuail, 2003)
En este punto se destaca la lógica
comercial-financiera que caracteriza a los procesos de concentración que se dan
en casi todo el planeta. “Pero América Latina no constituyó un caso aislado en
el contexto mundial. A partir de los 80, se relajaron las legislaciones
nacionales y dio comienzo a un feroz proceso de concentración internacional de
las industrias infocomunicacionales”. (Becerra; Mastrini, 2009, p.46) De hecho,
América Latina asumió un rol subordinado respecto de los grandes grupos que
dominan el escenario planetario, con lo que se plantea un escenario de
concentración interna y externa, en el que imponen finalmente las reglas de los
grandes grupos internacionales ante la complicidad de los estamentos políticos
gobernantes locales.
Esto demuestra que los efectos de la mercantilización
e industrialización desembocan en las condiciones de concentración e
internacionalización de las industrias culturales. “En paralelo con ese devenir
mercantil general, las últimas décadas han traído consigo transformaciones
mayores en las industrias culturales en varios planos fundamentales
estrechamente interrelacionados: de un lado, el grado de concentración de los
agentes nacionales y su articulación internacional; por otra parte, la lógica
de integración que, sin confundir los diferentes modelos y sectores, ha
imbricado crecientemente a los productos y los sectores de las industria
culturales.” (Bustamante, 2003, p.27) A esto hay que sumarle la incidencia de
la aplicación de las técnicas del marketing que se instalan no sólo en las
industrias culturales sino en todos los mercados como método de maximización
del comercio.
Según datos del SInCA, en Argentina
el 89% de los sellos musicales se encuentra en la ciudad de Buenos Aires, lo
que evidencia además una producción altamente concentrada geográficamente. “La
ampliación de las posibilidades técnicas se produjo en un escenario de alta
concentración económica, donde las majors, principales compañías del mercado,
se habían alzado con la mayoría de los derechos legales sobre los repertorios
existentes. Las ventas se encuentran monopolizadas por las 4 grandes empresas,
conocidas como las majors”. (SInCA, 2011)
De hecho, se observa una concentración y
transnacionalización estructural que caracteriza al conjunto de las industrias
culturales, esto se vincula con los altos índices de concentración económica y
geográfica que presenta nuestro país. La aglomeración metropolitana se
relaciona también con la concentración económica de las industrias culturales. De hecho, la digitalización y los
avances tecnológicos en la música en este momento que se está atravesando
muestran los nuevos recovecos de acción musical que ha inaugurado la red,
generando nuevas estrategias de producción y consumo musical, como también
nuevos conflictos y enfrentamientos, y reinventado nuevas relaciones con los
usuarios.
Para completar es adecuado preguntarnos que cuando hablamos de expresiones culturales estamos hablando de bienes simbólicos, la función simbólica que tiene toda mercancía cultural y el contenido inmaterial que representa. Así la misma industria entra en contradicción al transformar bienes simbólicos en bienes económicos.
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